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Minkaye

MILAGROS AGUIRRE

 

Jueves 30 de abril 2020

En la historia del pueblo waorani hay páginas memorables. Minkaye Enkeri fue protagonista de una de ellas. Minkaye ha muerto ayer, de muerte natural, en su comunidad, Tzapino. Con cerca de 100 años, el abuelo, el pikenani, como dicen los waorani a los ancianos, ha subido ya en la boa para ir a una tierra donde no hay mal.

Minkaye fue un guerrero. Pero un guerrero que se volvió un hombre de paz. Dejó la lanza y la cambió por la cálida sonrisa con la que lo recuerdan sus nietos.

En 1956, cinco misioneros del Instituto Lingüístico de Verano, decidieron hacer contacto pacífico con un grupo waorani, en ese entonces, conocido por su bravura y ferocidad. A su misión la llamaron Operación Auca. Jim Elliot, Nate Saint, Ed McCully, Peter Fleming y Roger Youderia, emprendieron viaje y descendieron en una pequeña avioneta en una playa del Curaray.

Filmaron el primer encuentro, que parecía muy amable y divertido. Pero el bravo Minkaye, defendiendo su territorio de cualquier intruso, tomó su lanza y, junto con los otros guerreros de su grupo, acabó con la vida de los misioneros. La historia no terminó así. En ese momento empezó otro tiempo para los waorani: el camino hacia el mundo de hoy, su contacto inicial con la sociedad envolvente, esa sociedad que, lamentablemente, tiene demasiadas deudas con ellos.

Raquel Saint, hermana de Nate, uno de los misioneros muertos, junto a Dayuma, desde el aire y con megáfono, enviaron mensajes de paz a los waorani. Minkaye escuchó. Poco tiempo después estaría Raquel viviendo entre los waorani y Santiago Saint, hijo de Nate, viviendo con el abuelo Minkaye, el mismo hombre que con una lanza atravesó el cuerpo de su padre. Minkaye se volvió un hombre de paz y eso no significó dejar la defensa de su territorio o de su cultura. Minkaye predicó en grandes escenarios y contó su historia muchas veces, junto a aquellos con quienes se hermanó. Minkaye formó parte de la iglesia evangélica y contó a sus nietos como sus ojos fueron limpiados de las tinieblas y su corazón limpiado de las venganzas.

La de Minkaye no es solamente la historia de un converso ni puede leerse como medalla de la iglesia evangélica: la de Minkaye es la historia de un pueblo que ha defendido su territorio, pero que también fue mermado por guerras internas y por una implacable tradición de venganza de la que han aprovechado quienes han querido saquear todos sus recursos echando sal sobre esas heridas. Minkaye abrió un camino sin retorno para los waorani. Minkaye es una biblioteca que se pierde. Minkaye era un fabuloso contador de historias. No era, como penosamente dice la condolencia que firma Confeniae, “actor principal de la película La punta de la lanza”: Minkaye era historia viva. Larga vida, abuelo Minkaye, en la memoria del pueblo waorani.

Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección:https://www.elcomercio.com/opinion/minkaye-opinion-columna-columnista-memorables.html.